La búsqueda de la excelencia es un propósito afín a todo ser humano. Cada uno a su manera, busca ser la mejor versión de sí mismo, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Aristóteles decía que la excelencia es el grado más alto de la virtud y que sólo podemos obtenerla y sostenerla con hábitos virtuosos. Cuando hablamos de excelencia hablamos de calidad de un producto, un servicio, o lo que es mejor, en nuestro modo de ser como personas.
“La voluntad de ganar, el deseo de tener éxito, el impulso para alcanzar tu máximo potencial: éstas son las llaves que abrirán la puerta a la excelencia personal.”
Frase atribuida a Confucio, S.V a.C.
Dos mil quinientos años después, el concepto de excelencia y virtud de Aristóteles se sigue sosteniendo implícitamente en códigos de ética de empresas y consejos profesionales que requieren un comportamiento éticamente correcto a sus miembros, basados en valores y virtudes como son la veracidad, la confiabilidad o la honestidad, entre otros. Aunque parezca un tema muy lejano, las virtudes son condición necesaria para sostener una buena imagen profesional, una imagen que destaque lo bueno que tenemos para ofercer. Y es que, más allá de los frutos materiales de nuestro trabajo, sólo podemos alcanzar de excelencia cuando la acción fue completamente buena, con conocimiento, propósito e intecionalmente -no por casualidad, suerte o accidente-.
Esto es así porque las virtudes no son naturales, se adquieren. De lo contrario no podríamos pedir de responsabilidad. ¿Qué responsabilidad tiene el escorpión que nos pica si sólo seguía el mandato de su naturaleza? Si responsabilizamos a los seres humanos por sus acciones es porque podrían haber elegido otra cosa -mejor o peor- y los consideramos sujetos libres y racionales. Es así, entonces, que las cosas buenas también se elijen y las virtudes lo son. Debemos elegir y trabajar para ser responsables, justos, laboriosos o cualquiera de las otras virtudes que deseamos alcanzar o perfeccionar, son ellas las que nos llevarán a ocupar el espacio profesional que nos estemos proponiendo.
Exiten también virtudes del arte y de la técnica, esas que nos permiten hacer bien las cosas, obtener buenos productos o servicios, que nos permiten resolver problemas o innovar en nuestro área específica del saber. Requieren estudio y también práctica, experiencia. Aprender del esfuerzo propio y el ajeno. De logros y fracasos. Requieren enseñanza, capacitación y también hábitos.
La prudencia es la virtud de nuestra razón que nos permite lograr la excelencia en todas las demás; ser prudente implica deliberar y decidir las buenas acciones, las que nos van a llevar a los hábitos virtuosos -ténicos o morales-. El Código de Profesionales de Ciencias Económicas de la República Argentina, por ejemplo, resignifica el concepto aristotélico al sostener que se es prudente al accionar quien supa hacer una buena lectura de la situación presente, en relación con la experiencia pasada -propia o ajena- y en función de los mejores propósitos futuros y posibilidades reales de consecusión.
Esto significa que, aunque las nombremos en una lista y busquemos definirlas, las virtudes lo son en contexto y en su justa medida. ¿Qué es la valentía? ¿Podemos pedirle lo mismo a un soldado en tiempos de guerra que a un campesino que protege su familia?; ¿Qué es ser generoso? ¿Podemos poner una cifra o dependerá de qué, quién, cuánto, para qué y con qué frecuencia se me pida colaboración y cuáles sean mis circunstancias? Buscamos el término medio entre el exceso y la carencia de las cualidades según la medida de cada uno. La moderación es, en sí misma, una virtud.
Buscar la excelencia no es buscar la perfección. La perfección responde a un ideal inmaculado e inalcanzable contra el que nos comparamos constantemente sólo para ver cuántos nos flata para llegar allí. La excelencia es el punto má alto de nuestro ser en este momento. Seguramente el punto más alto hoy, será más bajo que el que podamos lograr mañana, pero eso no lo hace menos valioso.
Si llevamos esto al ámbito de la empresa: ¿Qué significa cultivar el emprendedorismo?; ¿Cuán arriesgado se debe ser en los negocios?; ¿Competitivos?; ¿Dedicados?; ¿Innovadores? No podemos pensar nuestro accionar por encima de lo que somos capaces de hacer en este momento, en comparación con otros profesionales o empresas que se encuentran circunsancias diferentes o que incluso ya no existen. Aún sin perder de vista nuestra visión y misión, la acción correcta se define cada vez, aquí y ahora.
En definitiva, capacitarse, adquirir experiencia, generarse un hábito correcto, saber elegir la acción adecuada para hacer en cada momento. Ese es el camino a nuestra propia excelencia.
Prof. Natalia Vozzi para CESPYM CURSOS